Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, I



Comentario

Cómo el gran Montezuma envió un presente de oro, y lo que envió a decir, y cómo acordamos ir camino de México, y lo que más acaeció


Como el gran Montezuma hubo tomado otra vez consejo con sus Huichilobos e papas e capitanes, y todos le aconsejaron que nos dejase entrar en su ciudad, e que allí nos matarían a su salvo. Y después que oyó las palabras que le enviamos a decir acerca de nuestra amistad, e también otras razones bravosas, como somos hombres que no se nos encubre traición que contra nosotros se trate, que no lo sepamos, y que en lo de la guerra, que eso se nos da que sea en el campo o en poblado, que de noche o de día, o de otra cualquier manera; e como habla entendido las guerras de Tlascala, e había sabido lo de Potonchan e Tabasco e Cingapacinga, e ahora lo de Cholula, estaba asombrado y aun temeroso; y después de muchos acuerdos que tuvo, envió seis principales con un presente de oro y joyas de mucha diversidad de hechuras, que valdría, a lo que juzgaban, sobre dos mil pesos, y también envió ciertas cargas de mantas muy ricas de primeras labores; e cuando aquellos principales llegaron ante Cortés con el presente, besaron la tierra con la mano, y con gran acato, como entre ellos se usa, dijeron: "Malinche, nuestro señor el gran Montezuma te envía este presente, y dice que lo recibas con el amor grande que te tiene e a todos vuestros hermanos, e que le pesa del enojo que les dieron los de Cholula, e quisiera que los castigara más en sus personas, que son malos y mentirosos, e que las maldades que ellos querían hacer, le echaban a él la culpa e a sus embajadores; e que tuviésemos que por muy cierto que era nuestro amigo, e que vayamos a su ciudad cuando quisiéremos, que puesto que él nos quiere hacer mucho honra, como a personas tan esforzadas y mensajeros de tan alto rey como decís que es, e porque no tiene que nos dar de comer, que a la ciudad se lleva todo el bastimento de acarreo, por estar en la laguna poblados, no lo podía hacer tan cumplidamente; mas que él procurará de hacernos toda la más honra que pudiere, y que por los pueblos por donde habíamos de pasar, que él ha mandado que nos den lo que hubiéremos menester"; e dijo otros muchos cumplimientos de palabra. Y como Cortés lo entendió por nuestras lenguas, recibió aquel presente con muestras de amor, e abrazó a los mensajeros y les mandó dar ciertos diamantes torcidos; e todos nuestros capitanes e soldados nos alegramos con tan buenas nuevas, e mandarnos a que vayamos a su ciudad, porque de día en día lo estábamos deseando todos los más soldados, especial los que no dejábamos en la isla de Cuba bienes ningunos, e habíamos venido dos veces a descubrir primero que Cortés. Dejemos esto, y digamos cómo el capitán les dio buena respuesta y muy amorosa, y mandó que se quedasen tres mensajeros de los que vinieron con el presente, para que fuesen con nosotros por guías, y los otros tres volvieron con la respuesta a su señor, y le avisaron que ya íbamos camino. Y después que aquella nuestra partida entendieron los caciques mayores de Tlascala, que se decían Xicotenga el viejo e ciego, y Mase-Escaci, los cuales he nombrado otras veces, les pesó en el alma, e enviaron a decir a Cortés que ya le habían dicho muchas veces que mirase lo que hacía, e se guardase de entrar en tan grande ciudad, donde había tantas fuerzas y tanta multitud de guerreros; porque un día u otro nos darían guerra, e temían que no podríamos salir con las vidas; e por la buena voluntad que nos tienen, que ellos quieren enviar diez mil hombres con capitanes esforzados, que vayan con nosotros con bastimento para el camino. Cortés les agradeció mucho su buena voluntad, y les dijo que no era justo entrar en México con tanta copia de guerreros, especialmente siendo tan contrarios los unos de los otros; que solamente había menester mil hombres para llevar los tepuzques e fardajes e para adobar algunos caminos. Ya he dicho otra vez que tepuzques en estas partes dicen por los tiros, que son de hierro, que llevábamos; y luego despacharon los mil indios muy apercibidos; e ya que estábamos muy a punto para caminar, vinieron a Cortés los caciques e todos los más principales guerreros de Cempoal que andaban en nuestra compañía, y nos sirvieron muy bien y lealmente, e dijeron que se querían volver a Cempoal, y que no pasarían de Cholula adelante para ir a México porque cierto tenían que si allá iban, que habían de morir ellos y nosotros, e que el gran Montezuma los mandaría matar, porque eran personas muy principales de los de Cempoal, que fueron en quitarle la obediencia para que no se diese tributo, y en aprisionar sus recaudadores cuando hubo la rebelión ya por mí otra vez escrita en esta relación. Y como Cortés les vio que con tanta voluntad le demandaban aquella licencia, les respondió con doña Marina e Aguilar que no hubiesen temor ninguno de que recibirían mal ni daño, e que, pues iban en nuestra compañía, que ¿quién había de ser osado a los enojar a ellos ni a nosotros? E que les rogaba que mudasen su voluntad e que se quedasen con nosotros, y les prometió que les haría ricos; e por más que se lo rogó Cortes, e doña Marina se lo decía muy afectuosamente, nunca quisieron quedar, sino que se querían volver; e como aquello vio Cortés dijo: "Nunca Dios quiera que nosotros llevemos por fuerza a esos indios que tan bien nos han servido"; y mandó traer muchas cargas de mantas ricas, e se las repartió entre todos, e también envió al cacique gordo, nuestro amigo, señor de Cempoal, dos cargas de mantas para él y para su sobrino Cuesco, que así se llamaba otro gran cacique, y escribió al teniente Juan de Escalante, que dejábamos por capitán, y era en aquella sazón alguacil mayor, todo lo que nos había acaecido, y como ya íbamos camino de México, e que mirase muy bien por todos los vecinos, e se velase, que siempre estuviese de día e de noche con gran cuidado; que acabase de hacer la fortaleza; e que a los naturales de aquellos pueblos que los favoreciese contra mexicanos, y no les hiciese agravio, ni ningún soldado de los que con él estaban; y escritas estas cartas, y partidos los de Cempoal, comenzamos de ir nuestro camino muy apercibidos.